Dayan se reía, y aprovechaba cualquier excusa para acariciarle la mejilla, o enredar uno de sus rizos entre los dedos, pero no hablaba de sí mismo. Erinni sabía que sus recuerdos no eran divertidos, y que estaban llenos de dolor y abusos, pero le hubiera gustado que se decidiera a abrirle su corazón de nuevo, y que compartiera con ella los malos recuerdos. Había descubierto que así se hacían más livianos y menos dolorosos. (...)A medida que se iban acercando más y más a Marún, Erinni empezó a hablar menos, y permanecía silenciosa y con aspecto triste, con la mirada perdida enfocada en ninguna parte. Dayan la comprendía perfectamente: con cada paso que daban se acercaba a su pasado de una forma inexorable, y tendría que enfrentarse a él. El miedo y las dudas eran algo lógico, por eso intentaba consolarla y darle fuerzas y seguridad de la única manera que conocía, haciéndole el amor, adorándola con su cuerpo, y diciéndole sin palabras cuánto la amaba y lo que significaba para él.(Capítulo trece) (Dayan y Erinni)
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